Por WELINTON TUANAMA RIOS / Archivero de la UNSM
El 10 de mayo de todos los años, se recuerda en todo el territorio nacional, el DÍA DEL ARCHIVERO PERUANO, cuya fecha de establecimiento data de 1986, con el fin de reconocer y hacer público el esforzado y denodado trabajo silencioso, aunque a veces, incomprendido, de aquellos hombres que tienen la sagrada responsabilidad de organizar, conservar y atesorar los documentos, necesarios para garantizar la pertinencia de las acciones realizadas y que sirven de evidencia para cualquier imponderable en salvaguarda de la credibilidad de las instituciones y de los pueblos que tienen la necesidad de documentar las huellas de su glorioso pasado. Esta noble actividad recae en las manos de los archiveros, quienes velan por la conservación de estas bondades como testimonio y evidencia documentaria. Todos, absolutamente todos, sin excepción, hemos tenido la necesidad de este servicio, indispensablemente en la vida institucional.
El archivo, por tanto, se ha convertido en la actualidad en una forma imprescindible de salvaguardar el registro documentario, y, para esta labor, el archivero es la pieza clave y fundamental para accionar de manera rigurosa y profesional su orientación, que nadie, actualmente, puede soslayar su importancia. Es por ello, que los responsables de este elevado oficio tienen la necesidad y obligación de capacitarse y actualizarse con los últimos avances del manejo archivístico y así optimizar la atención al prójimo, con vocación de servicio. En este trascendental día, debemos renovar nuestro compromiso de seguir por la misma senda de servicio, con el entusiasmo que nos caracteriza; las personas, las instituciones y el país nos necesita. Desde esta tribuna me permito tributar, a todos mis colegas, un cordial y esperanzador abrazo, con el aprecio de siempre, reiterándoles mi aliento para continuar con la misma actitud de servir a una causa, que es una necesidad, en el empeño de registrar, hechos, acciones, secuencias, a través de los testimonios documentarios.